Reserva Natural del Cijara

Reserva Natural de Cíjara

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En el extremo este de Extremadura, en los límites con Castilla-La Mancha, el río Guadiana se abre paso entre los singulares relieves de las estribaciones de los Montes de Toledo para adentrarse en uno de los territorios de mayor belleza paisajística y con más encanto de la provincia de Badajoz: la Reserva Natural del Cíjara.

Ubicada en los términos municipales de Helechosa de los Montes, Herrera del Duque, Fuenlabrada de los Montes y Villarta de los Montes, en plena comarca de “La Siberia” extremeña, la Reserva Natural del Cíjara se encuentra en el nordeste de la provincia de Badajoz, limitando con las provincias de Cáceres, Toledo y Ciudad Real. Su superficie se extiende sobre una serie de montes de utilidad pública, cubriendo un total de 24.645 hectáreas y un perímetro aproximado de 130 kilómetros.

La altitud máxima de la Reserva se alcanza en el cerro de Cantos Negros, con 849 metros, donde existe un vértice geodésico de primer orden. El resto de la superficie se cubre con un relieve accidentado que oscila entre los 550 y 800 metros. 

En los últimos años la transformación ha sido continúa, con tratamientos selvícolas tendentes a crear masas mixtas de coníferas y especies típicamente mediterráneas con encina, alcornoque, quejigos y madroños fundamentalmente. 

Dada su magnitud, su orografía montañosa y sus grandes masas de agua embalsadas hacen que el visitante pueda obtener imágenes en las que la grandiosidad del paisaje se mezcla con multitud de tonos, luces y colores mostrando perspectivas de conjunto, que hacen sentir al observador una sensación de libertad y de pleno contacto con la naturaleza. 

Aves y Fauna

La Reserva del Cíjarra es una de las zonas de españa donde podemos ver una mayor densidad de especies protegidas. Esto es debido al magnífico estado de conservación en el que se encuentran los espacios protegidos que tiene a su alredededor como el Parque Nacional de Cabañeros y las zonas ZEPAS y LIC de  la Red Natura 2000.

Los amantes y aficionados a la observación de aves pueden elegir distintas rutas que discurran por los hábitats más representativos, procurando visitar siempre bosques, dehesas, zonas de ribera, las colas de los embalses, roquedos de cuarcitas, matorrales o pastizales, y sin dejar de visitar los numerosos miradores existentes.

Así, podrán descubrir la gran riqueza ornitológica de estos montes, pudiendo ser observadas más de 160 especies a lo largo del ciclo anual. Destaca la colonia de reproducción de buitres negros y la abundancia de otras rapaces de menor tamaño como el azor, el gavilán, el águila calzada o el águila culebrera. También hay espacio para especies protegidas como la cigüeña negra, el buitre leonado, el águila perdicera, el águila real, el halcón peregrino o el búho real, sin olvidar la presencia del águila imperial ibérica, la rapaz más amenazada de Europa.

En toda la comarca, la gestión cinegética se centra principalmente en la caza mayor, cuya temporada se abre el primer fin de semana de octubre, extendiéndose hasta el 27 de febrero. Se trata de una de las épocas del año que más visitantes recibe la zona. Las especies más importantes son el ciervo, el jabalí y el gamo. No obstante, las poblaciones de corzo están aumentando progresivamente, aunque la oferta de caza es aún discreta.

Sin embargo, uno de los espectáculos más impresiones, mágicos e insólitos que pueden observarse en Cíjara es “la berrea” del ciervo, que suele producirse a finales del verano, del 20 de septiembre al 15 de octubre, aproximadamente, y que es la época que más turistas atrae a la Reserva Natural. Actualmente, existen dos observatorios para contemplar esta acción, los cuales están ubicados en enclaves excepcionales, uno en el paraje de Valdemoro y otro en “Los Robledillos”, junto al Centro de Recepción de Visitantes e Interpretación de los Recursos del Cíjara.

También la caza menor tiene una importancia secundaria y especies como la perdiz, el conejo o la liebre sólo son aprovechadas en aquellas zonas en las que predominan dehesas, pastizales y cultivos. En invierno, los bandos de paloma torcaz establecen grandes dormideros en los pinares, alimentándose de bellotas en las dehesas de las zonas llanas.

Zona rica en setas y vegetación

Antes de la intervención del hombre, la vegetación de la Reserva del Cijara  estaba formada por densos bosques mediterráneos, sobre todo por encinares y alcornocales, también en menor medida por quejigales y robledales. En las zonas donde las actuaciones forestales han sido escasas, quedan restos de estos bosques y sus densos matorrales de sustitución, como testigos del primitivo paisaje.

Su fisonomía está continuamente en evolución desde su fecha de creación, debido fundamentalmente al cambio que ha experimentado la vegetación, comenzando con las repoblaciones que se hicieron en los años 60 con pino piñonero y pino resinero, junto con repoblaciones de eucalipto en algunas zonas. En los últimos años la transformación continúa, con tratamientos selvícolas tendentes a crear masas mixtas de coníferas y especies típicamente mediterráneas con encina, alcornoque, quejigos y madroños fundamentalmente. Debido a la falta de interés social y económico que han generado las plantaciones de eucalipto, se están eliminado y sustituyendo esta especie por repoblaciones mixtas de pinos y quercíneas.

La vegetación espontánea, tiene su máxima representación arbórea en las encinas y alcornoques que además de ofrecer su natural belleza, proporcionan alimento a la fauna. Las zonas desprovistas de vegetación arbórea, como se citó antes, se repoblaron con pinos fundamentalmente, especie que ha ido creando suelo para dar el paso natural a las quercíneas. Abunda, igualmente, la vegetación arbustiva, representada por el madroño, la cornicabra, el lentisco y la olivilla; la jara pringosa, los brezos blanco y dorado, el romero y el cantueso; contribuyendo a reforzar el aspecto selvático de la zona y proporcionando cobijo y comida a los animales.

En concreto, esta zona se caracteriza por ser muy rica en setas y hongos. La recolección de setas es una importante actividad económica en toda la zona, contando con numerosas especies comestibles muy apreciadas gastronómicamente y entre las que abundan el níscalo, macrolepiota procera, amanita cesarea, coprinus comatus y agaricus campestris. Su recogida no requiere autorización, pero deben seguirse normas para asegurar su conservación. Por este motivo, muchos turistas se acercan a la zona, todos los años, para recolectar.